«La Castañada». Todos los Santos y el día de los Muertos
La noche del 31 de Octubre se celebra en Catalunya la Castañada.
Se trata de una celebración popular con carácter ancestral que festeja el fin del ciclo productivo tras el equinoccio de Otoño reproduciendo de manera simbólica el ciclo cosmológico que en este período del año se significa con el decrecimiento de la luz y el ocaso de la vida. El ciclo se cierra para volverse a abrir.
La forma de vida manifiesta se transforma para convertirse en una forma de muerte aparente.
Con el recogimiento del ganado y la recolección de las cosechas y los frutos tardíos -entre los que se cuentan boniatos y castañas- se propiciaba entrar en un tiempo extraordinario y especial en el que las rutinas de trabajo se convertían en tiempo de fiesta. La rutina diaria daba paso a la celebración en una fiesta de agradecimiento por la cosecha obtenida que les garantizaría la subsistencia. Desde este punto de vista la fiesta de la Castaña, cumplía con el ritual de celebrar el ritmo cíclico que nos ligara a la tierra.
Es en este sentido que el origen de esta fiesta se vincula a la festividad Celta más importante del período pagano. El Samaín ó Shamhain. Una fiesta que celebraba el fin del verano, la recolección de las cosechas y la llegada la oscuridad ante el inminente arribo del Año Nuevo celta.
Se trataba pues de una fiesta de transición que celebraba el cierre del ciclo estival significado con la luz dando paso a la apertura del ciclo invernal significado con la oscuridad. Transición en la que el velo que separaba el mundo físico del mundo sutil, se tornaba muy fino y permeable.
Durante la celebración del Samaín (Noche de los Muertos) el mundo de los vivos entraba en contacto con el de los muertos.
En tanto que el calendario celta fue diseñado para alinear las lunaciones con el ciclo agrícola, las festividades del Samhain se celebraban muy posiblemente entre el 5 y el 7 de Noviembre con la luna llena más cercana al equinoccio de otoño y el solsticio de invierno en el hemisferio boreal. Las festividades duraban una semana y concluían con rituales druidas que les permitían comunicarse con sus antepasados durante la llamada fiesta de los Espíritus.
Y es que, las fiestas, más que celebrar la vida en comunidad, se entendían como momentos privilegiados de búsqueda de la vida perdida, buscando el re.encuentro con el pasado y por ende con el origen. En este sentido, puede ser apropiado considerar que el Cristianismo como fenómeno religioso incipiente en aquel momento, pretendiera re.ligar y regular la vida de las comunidades, estableciendo un nuevo sistema de creencias, un nuevo sistema de valores y unos nuevos ritos.
Entrado el S.IV se produjo una confrontación dialéctica radical entre el Cristianismo y los Cultos Paganos.
Tras la Gran Persecución iniciada por Diocleciano, esta primitiva iglesia consagró un día para la celebración común de todos los mártires. Ya en el S. VII y con el proceso de Cristianización de las Fiestas Paganas consolidado, el Papa Bonifacio IV decidió purificar el que fuera el templo pagano ofrecido a todos los Dioses -El Panteón Romano-. Lo había mandado construir Marco Agripa en honor al Dios Júpiter y allá por el año 609/610 fue consagrado como un templo cristiano en honor de la Virgen y todos los mártires.
Esta festividad celebraría coincidiendo con la fecha de la consagración cada 13 de Mayo para celebrar un culto a los muertos que honrara a los difuntos y a todos los mártires de la fe y santos que allí se veneraban. El ritual concluía con una visita a las sepulturas para honrar la memoria de los difuntos.
Más tarde, en el año 840, el Papa Gregorio IV extendió este culto a TODOS LOS SANTOS pasando la celebración al 1º de NOVIEMBRE fecha en que fue consagrado el rito en la Capilla de TODOS LOS SANTOS de la Basílica de San Pedro en Roma. En tanto que festividad mayor, la celebración de TODOS LOS SANTOS tuvo su celebración vespertina en la Vigilia (31 de Octubre) para preparar la celebración de aquellas almas que habiendo superado el purgatorio, se santificarían para gozar la vida eterna; así como también de aquellas otras que, aún en vida, hacían por llegar a Dios. Un siglo más tarde se añadió el día después al calendario litúrgico para conmemorar a los FIELES DIFUNTOS el día 02 de Noviembre.
Desde que en el S.IX Carlomagno re.comendara el uso de las campanas, estas se instalaron por todo el territorio para regular la vida de todas las comunidades.
Con su lenguaje se estructuraban los tiempos del día y se comunicaba cualquier noticia que requiriese de una acción de parte de la sociedad civil. Su función primigenia estaba religada a la liturgia y su cometido era convocar a los actos de culto que se celebraban en las iglesias.
Así las cosas, durante la Festividad de TODOS LOS SANTOS y LOS FIELES DIFUNTOS, la actividad en los campanarios era frenética. El toque de difuntos durante la festividad de Todos los Santos se significaba con el toque de Difuntos de primera clase desde primeras Vísperas, como también a Maitines y repique a Laudes. Tenía también repiques ordinarios y Siete Altares.
Los campaneros no cesaban su actividad durante los días de celebración, tocando con máximo esmero para contentar a las almas de los difuntos y alejar a los malos espíritus.
La presencia de Castaños en muchos de los bosques del territorio catalán propició que estos frutos fueran el ágape perfecto para que pudieran alimentarse durante tan ardua jornada. En las brasas de las hogueras comunitarias se asaban las castañas y boniatos que se compartían junto con los tradicionales «panallets» ofrecidos a modo de ágape funerario en honor a los difuntos.
En la Barcelona intramuros las hogueras no eran posibles y eran algunas mujeres de edad de las proximidades rurales las que se encargaban de ofrecer estos frutos en la ciudad, en un intento de constituir en el campo y en la ciudad un mismo culto ritual y comunitario.
Los puestos de castañas en la ciudad tomaban la Plaza del Angel cada 2 de Octubre coincidiendo con la festividad del Angel de la Guarda. Bajo el amparo de la pequeña capilla que precedía este Portal y sotavento de la misma las castañeras prendían la lumbre para dirigirse después a su puesto en la plaza y prender el hornillo para poder asar las castañas. Todo ello con sumo cuidado pues que la lumbre se apagara era un mal presagio…
Según explica el folklorista Joan Amades en su Costumari Català, hubo algunas épocas en que los padrinos obsequiaban los panellets a sus ahijados del mismo modo que les regalaban la mona para la Pascua. En otras épocas, la gente compraba los panellets en tenderetes callejeros – a modo de altares- donde se hacían rifas y sorteos.
En Barcelona era muy habitual ir a los puestos que había en las calles y plazas y participar en toda suerte de juegos y apuestas para obtener los panellets como premio. Al parecer en un principio eran los cafés los establecimientos a cargo de los puestos callejeros para vender los panellets. Posteriormente, aparecieron las primeras pastelerías que empezaron a poner escaparates con gran profusión de panellets de diversos tipos.
En el pasado, las fiestas eran la expresión de la vida comunitaria, de sus ritmos, cambios y necesidades de reciclaje y sobre todo de celebración del hecho de vivir, producir y alegrarse de los acontecimientos de la vida cotidiana.
Hoy, las fiestas no son exactamente la celebración de las gentes que comparten unos mismos espacios y tiempos vitales… ¿ó si?